Yo, neomántico.
No era la brisa quien la acariciaba, eran mis dedos,
los que dulcemente se perdían recorriendo su cuerpo
la noche caía plácida y hasta la Luna nos envidiaba...
las estrellas nos guiarían hasta la primera luz del alba.
Un océano de placeres sin un horizonte que los limitaran
y un mar de constelaciones que en sus ojos se reflejaban
consumían todo ruído, dando paso a un sepulcral silencio
la balada perfecta para entregarse hasta el último aliento.
Testigos de la pasión, agua y arena, dignos antecesores
que en su día se fundieron para crear playas y dunas
un solo de percusión protagonizado por dos corazones
acelerados por el encuentro de nuestras almas desnudas.
El elixir de sus labios tan agridulce era como la ambrosía
a unos otorgaba la muerte mientras otros descubrían la vida,
enloquecer por uno de sus besos podria parecer algo exagerado
mas valió la pena perder la cabeza en el laberinto de sus brazos.
Memorias perennes que permanecen ardientes e imborrables
el tiempo no pasa por la mente del entregado y fiel amante
que valora cada ápice de su existencia como un regalo increíble
mostrando al resto que el amor es, del universo, lo más grande.
No era la brisa quien la acariciaba, eran mis dedos,
los que dulcemente se perdían recorriendo su cuerpo
la noche caía plácida y hasta la Luna nos envidiaba...
las estrellas nos guiarían hasta la primera luz del alba.
Un océano de placeres sin un horizonte que los limitaran
y un mar de constelaciones que en sus ojos se reflejaban
consumían todo ruído, dando paso a un sepulcral silencio
la balada perfecta para entregarse hasta el último aliento.
Testigos de la pasión, agua y arena, dignos antecesores
que en su día se fundieron para crear playas y dunas
un solo de percusión protagonizado por dos corazones
acelerados por el encuentro de nuestras almas desnudas.
El elixir de sus labios tan agridulce era como la ambrosía
a unos otorgaba la muerte mientras otros descubrían la vida,
enloquecer por uno de sus besos podria parecer algo exagerado
mas valió la pena perder la cabeza en el laberinto de sus brazos.
Memorias perennes que permanecen ardientes e imborrables
el tiempo no pasa por la mente del entregado y fiel amante
que valora cada ápice de su existencia como un regalo increíble
mostrando al resto que el amor es, del universo, lo más grande.